No voy a cambiar mi voto
Y otras cuestiones para pensar en el finde “decisivo” del año. —Por Vik Arrieta
NUEVO! ✨ Escuchá este correo en versión podcast, acá.
Hola happimessy!! Estoy muy contenta con todo lo que me comentaron en la edición anterior de este correo. Agradezco 💛 a quienes se tomaron una pausa para escribirme y a quienes dedicaron minutos de sus (no lo dudo) ajetreadas vidas a leerme. Valoro mucho que elijan hacerlo.
Nada es más difícil y por ende más precioso, que la habilidad de decidir.
—Napoléon, que NO vivió las elecciones 2023 en Argentina.
Oh si. Imaginate qué diría ahora. Pensé MUCHO en cuáles tenían que ser las ideas que te acercara hoy, en esta semana tan especial para la Argentina.
✋ STOP 1: Si me estás leyendo desde otro país NO te vayas todavía, este email vale para todo el mundo.
✋ STOP 2: no vengo a compararte plataformas, lejos de eso, pues asumo que ya lo hiciste. (Si no lo hiciste y tenés curiosidad de saber qué presentaron, te dejo el link a la página de la Justicia Electoral donde podés leerlas todas de su fuente original: en “Orden Nacional” se despliega un menú por partido).
Escuché una y otra vez (en la calle, en la tele, en pilates) que el debate entre candidatos a presidente “no le cambia el voto a nadie”, y hoy me interesa precisamente esta cuestión.
¿Por qué una vez que decidimos algo nos cuesta TANTO cambiar de opinión?
Este es uno de esos raros momentos en el que todos estamos lidiando con esto (estamos recibiendo pedidos para que cambiemos de opinión o estamos tratando que otros lo hagan). Y mientras estamos evaluando si la data que nos comparten es verdadera, falsa o fake news, ¿nos estamos cuestionando en paralelo por qué nos aferramos a una posición tomada? Me parece que, en líneas generales, no. (Me pueden desmentir dejándome un comentario).
¿Por qué la decisión tomada es final, incluso cuando hay nueva información con evidencias que sostienen que revisar lo decidido estaría, al menos, piola?
Esto no nos pasa solo en un ballotage. Nos pasa en la vida y nos pasa todo el tiempo. Como pedir siempre los mismos gustos de helado porque lo decidiste cuando tenías 8 años y no hay helado exótico que pueda movilizar tu curiosidad lo suficiente como para traicionar la seguridad que te dan tus 3 gustos favoritos.
Y seguridad viene a ser la palabra clave. Seguro una parte de tu mente se sintió amenazada por el párrafo anterior. ¿Y que me asegura que elegir otros gustos me dé más satisfacción? ¿Por qué estaría mal que me gusten esos gustos? ¿Por qué me querés hacer cambiar de opinión?
Fiiiiuuuuuu. Respiremos. Así estamos, todas “cortisol pum para arriba”.
Bueno, la cosa está estudiada y podés leer más sobre el tema acá. Pero si te da vagancia, te lo resumo en que renunciar a algo que habíamos asumido como postura propia es agresivo para nuestro cerebro.
“Cuando nuestras ideas son confrontadas, no importa que sea por una opinión o por hechos fácilmente contrastables, la química de nuestro cerebro experimenta los mismos mecanismos que cuando nos sentimos amenazados o en peligro (…), el sistema límbico toma el control sobre la parte racional de nuestro cerebro, y no le importa cuan valiosa sea la nueva idea que tengamos delante o lo evidente que pueda resultar, ya que nuestro cerebro se encuentra en modo defensivo.”
Resulta que para pensar distinto hay que bajar la sensación de ataque. ¿Y cuál es el mood del momento? A la yugular, derecho.
Habilitarnos a tener momentos “Kombucha girl style” requiere de mucho registro de las emociones propias. El famoso “sesgo de confirmación” que hace que en toda información leamos “que tenemos razón” (y lo que no nos da la razón, directamente ni lo registramos o lo caratulamos como “falso” sin verificar) tiene un fundamento biológico: cuando sentimos que “entendemos bien” algo, esto tiene un efecto calmante gracias a que se activan los sistemas de recompensa vía dopamina y serotonina. O sea, lo opuesto a cuando sentimos que estamos equivocadas.
Así que ya sabés: lo racional en la toma de decisiones, especialmente cuando hay que evaluar evidencias que no están alineadas con creencias previas, es un maremoto para el cerebro y las emociones. Stress asegurado sin escapatoria.
¿Herramientas?
Este poema de Shel Silverstein sobre tomar decisiones con sentimientos encontrados.
Esta bitácora de May Groppo para ejercitar reconocer las ideas y emociones propias.
Esta nota de Asana sobre cómo estructurar un proceso de decisión (no es muy útil para este domingo, pero sí para la vida).
Este tema de Taylor Swift sobre pifiarla y reconocer cuando nos equivocamos.
Esta otra nota sobre cómo bajar el stress y la ansiedad.
Este video que te baja el stress de solo mirarlo. 😍
Nos leemos el próximo jueves. 💛
Si tenés ganas de contarme si esto te sirvió o si tenés algún tema o pregunta que quieras proponerme, podés dejarme un comentario. (Lamento que tengas que loguearte primero, son las reglas de Substack! Pero una vez que tenés usuario y la app en tu teléfono es más fácil.)
Cada día me gustan más los jueves de Happimess. Información valiosa presentada sin rodeos y los links del final me parecieron la cereza del postre (notas, videos, música, link de compra, etc), todo bien conciso. Mil gracias, Vik!!
Vik, muchas gracias por este post y por toda la data para seguir investigando y cuestionar desde dónde decidimos lo que decidimos. Les recomiendo una columna de la escritora Irene Vallejo que habla del "sindrome de Procusto", una leyenda griega que ilustra un poco esto de cuando nos aferramos a ideas y las queremos hacer encajar de cualquier modo: https://elpais.com/eps/2022-09-03/acrobacias-en-la-cama.html un beso grande!